Noches sin luna
jueves, 4 de abril de 2013
Carta número XVII
sábado, 30 de marzo de 2013
martes, 5 de marzo de 2013
Es raro
martes, 3 de enero de 2012
El lobo y la mariposa
Un día en un campo de flores paseaba un lobo, y observó a una mariposa, con sus ojos fríos miraba la fragilidad de aquella, la mariposa ignorante de la vigila del lobo bebía el néctar de las flores danzando entre las flores todas rojas y ella tan blanca, el lobo estaba cautivado con la belleza de la mariposa era como ver un copo de nieve que se resiste a ser manchado en un mar de sangre.
Las horas pasaban y el lobo comenzaba a encariñarse con la mariposa al punto tal de que quería tocarla, se acercó lentamente pero la mariposa no le prestaba atención seguía vagando con el viento y bebiendo de las flores, el lobo cerró los ojos y al abrirlos ella había desaparecido.
Su cabeza giro en todas direcciones, buscándola y en un instante la encontró bailando entre las flores rojas un poco más allá de donde su mirada la había visto por última vez, el lobo corrió se había prendado de la mariposa cuando llego a ella está elevo el vuelo intentando apartarse, el lobo saltó intentando agarrarla con sus patas pero ella simplemente volaba más alto.
Sentado en cuatro patas el lobo se quedó mirándola y ella observando que no existía ninguna maldad en aquel ser se le posó en su nariz, así quedaron un largo tiempo como dándose un largo beso el lobo y la mariposa, hasta que ella quiso volver a volar.
Cuando intento hacer esto el lobo desesperado atrapo a la mariposa entre sus dientes matándola de una sola mordida, cuando intento abrir la boca se dio cuenta que en lugar de una mariposa había una hermosa mujer tendida entre las flores, el hocico del lobo se acercó hacia la cara de la joven, ella solo sonrió y con un beso deshizo el hechizo que tenía atrapado al lobo “solo uno de los dos podía vivir con su forma real” dijo ella con su último aliento, el chico que se había transformado nuevamente en príncipe lloraba la pérdida de su amada princesa, de sus ojos azules brotaron lagrimas pero ninguna le devolvió la vida a ella.
Él decidió pasar la noche junto a la tumba de su amada pero cuando despertó su cuerpo había desaparecido en su lugar todas las flores rojas se habían transformado en blancas, a las que llamo como su amada Azucena
miércoles, 6 de julio de 2011
Flamenco
Suéltate el pelo
ponte un vestido rojo con lunares,
toma mi corazón, amárralo
átalo con un pañuelo de seda
y baila sobre de él,
hasta que tus tacones sean rojos
y no dejen de ser rojos.