lunes, 28 de junio de 2010

No es que muera de ti muero de amor

Si bien Sabines moría por una mujer, yo no muero por la falta de una persona yo no muero por la falta de estas, es más me abruma la multitud, me sobrepasa, me ahoga en sus interminables aglutinamientos es por eso que no, no muero por personas muero de amor, de sentirme amado, de ese sentimiento de besar y ser besado, de sentirme abrazado aunque solo sea la almohada la que abrazo en una soledad que se puedo estar acompañado.

No, Sabines yo no muero por una persona porque debería morir por alguien yo muero por que cada día que pasa se pierde el aroma del amor entre mis sábanas, con el detergente impuro que las lava semana tras semana, que huele bien pero que nunca podrá equipararse a los jazmines de una fiera exótica en la cama, a las rosas de una anaconda que te deja cuando prácticas el Kama Sutra y la besas solo para encontrar su loto prohibido ese que te dejaría como un drogadicto más en las calles del opio.

Y si bien dices morimos Sabines déjame aclararte algo mueres tu solito amargado en la soledad como yo solito en mi soledad de mi cuarto me ando muriendo no involucres a terceros por favor no importa si la has querido a morir, bien lo decía Neruda en su inmortal poema No 20 “Yo la quise, y a veces ella también me quiso”, entonces entiende no se mueren te mueres y más importante aún (ya que ya estás muerto), me muero de amor.

Por eso mi querido chiapaneco, no yo no muero por esa persona jamás lo haría muero de amor, porque ha pasado tanto sin un beso dulce y amargo, sin un silencio cómodo, sin un tomar de las manos sin que sea manifestación o misa, porque al final del caso el amor siempre será el mismo, si se vive intensamente siempre se sentirá igual, pero la persona esa mi querido escritor esa siempre varia, y sino solo ve los ridículos de comedias románticas que están en todos los Blockbusters.

martes, 15 de junio de 2010

Bailemos un vals

 

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Bueno una foto mia y pues el poema new por cierto ustedes porque creen que no tenga a quien amar

Bailemos un vals solo tú y yo, que las estrellas sean nuestros reflectores
Deja que la luna nos guíe en su mundo imperfecto, déjame tocarte en los labios
Con mis ojos, tú que eres tan bella, tan bella, tan efímeramente bella
Te deseo con el silencio, te deseo como se desea ser un dios

Deseo que bailemos, juntos uno al lado del otro sin mares que nos separen
Te deseo y anhelo de tus azahares un beso, de tus manos un toque
Y estar en silencio juntos pero en silencio, amandonos
Juntos, tacándonos, haciendo un amor estelar, que el universo se ponga celoso

viernes, 4 de junio de 2010

La antesala de la muerte

Afuera, el cielo era claro el mundo parecía no detenerse, no pensar en lo que significa la muerte el fin de una existencia puede ser tan trágico para conmocionar a una nación o tan insignificante que nadie nunca llegue a saber que aportación puedo llegar a dar ese ser en un mundo tan caótico como el nuestro, afuera el cielo era azul, ese día hacía calor como tantos otros de verano hacía calor…

Adentro él esperaba el elevador, “debe registrarse” le informó un policía que intentaba ordenar a una multitud desesperanzada, sus ropas negras lo hacían prácticamente imperceptible a un mundo donde se intentan salvar vidas y el blanco de las batas de doctores está teñido de las ganas de aprender de alumnos que les podría valer menos la vida de las personas que se encuentran ahí, no le importo registrarse no iba importarle menos después de tanto tiempo en ese tipo de lugares.

Tomó el ascensor último piso, no entendía porque los enfermos terminales siempre se encontraban en el último piso era algo tan tonto, pensar que en primer lugar los enfermos se encontraban tan arriba y los quirófanos tan abajo, segundo no sabía bajo que análisis psicológico pseudo esperanzador una vista al vacio y a la ciudad podía ayudar a que un enfermo terminal se reconfortara y calmara todo su dolor o sí sus penas desaparecerían en el inmenso abismo de un cielo azul.

En el elevador, sonaba una especie de sonido de desgaste, de que el primer mundo había perecido hace tiempo y solo quedaba un edificio de tercer mundo decadente, deprimente, donde las sombras de muertos rondaban las esquinas de esos callejones llenos de gente, una embarazada subió “una nueva vida” pensó, algo para alegrarle su día a día.

Último piso, una fuerza inexplicable lo llevó hacia donde tenía que llevar, sus pasos resonaban por toda la habitación, su cuerpo se movía entre enfermeras ocupadas dando medicinas a la multitud de enfermos todos dolientes de diferentes causas, camas atestadas de personas ya no cabe nadie sin embargo, todos están ahí esperando la muerte, una señora anciana sentada al pie de la cama lloraba, mientras su esposo yacía casi completamente desnudo, “volvimos a los tiempos barbaros” susurró, la señora pareció oírlo “¿Quién eres?” dijo su voz era suave, sus lentes grandes hacían que sus ojos llenos de dolor se vieran mas grandes más tristes. La tomo por los hombros “solo vengo de visita abuela” su voz era calmada serena su cuerpo sentía un nerviosismo, sorprendida lo abrazo “gracias por visitarlo, nadie de tus primos lo ha hecho” asintió.

Al lado de la cama, se acercó lo más que podía, el hombre se convulsionaba, lo miraba con ojos diferentes el miedo se acrecentaba, lo tomó del brazo “no tienes que temer, me has llamado y he venido”, los ojos ancianos se tranquilizaron pero su cuerpo seguía convulsionándose, buscó entre su sacó, un rosario con cuentas de ámbar fue lo que encontró, por un momento se sorprendió, después entendió, suspiró, el tiempo se detuvo, la habitación antes luminosa y bulliciosa se había transformado en un mundo oscuro.

Ahí, de su espalda salieron dos grandes alas una negra y otra blanca, “Ya puedes levantarte” dijo poniéndole entre sus manos el rosario, ahogadamente, comenzó a respirar, después se percato que no estaba conectado a ninguna maquina como hace unos segundos lo había estado “¿Quién eres, qué me has hecho?” pregunto desconcertado, sonriendo “¿Acaso no lo sabes?” su sonrisa era perfecta y blanca, “Me dicen de muchas formas, solo dime que soy aquel te libero de tu sufrimiento terrenal”. El rosario brillo no tuvo tiempo para hacer otra pregunta.

Afuera la señora lloraba desconsoladamente, el señor había muerto, mas afuera el mundo seguía moviendo con su peculiar escepticismo a la muerte…